By : Lorena Gómez
Sin lugar a duda el uso de edulcorantes durante los últimos años se ha convertido en una de las herramientas más utilizadas para la industria alimentaria y una estrategia para disminuir el consumo de azúcares añadidos en la transformación a un estilo de vida más saludable.
Si bien los edulcorantes artificiales nos han permitido encontrar opciones que no afecten la cantidad de calorías consumidas durante el día y eviten picos de insulina, muchos desconocemos cuáles son las consecuencias a nivel nutricional del consumo excesivo y repetitivo de estas sustancias, que, si bien algunas son naturales, otras pueden ocasionar efectos secundarios que hoy vamos a descubrir.
Los edulcorantes básicamente son sustitutos del azúcar que imitan el sabor dulce del azúcar, pero tienen un impacto insignificante en la ingesta de energía. Estos se pueden clasificar dependiendo su naturaleza y la carga calórica que puedan tener, es así como encontramos una gran variedad ordenada en: No calóricos y dentro de estos una subclasificación para referirnos a Naturales como la Stevia y el monk fruit; y Artificiales como aspartamo, asesulfamo K, Sucralosa, Sacarina, neotame, advantame. Bajos en calorías, donde se ubican específicamente los polioles o alcoholes de azúcar y otros azúcares nuevos como el eritritol, xilitol, maltitol, sorbitol, somalt, lactitol, manitol, entre otros.
Cabe destacar que estos últimos, son carbohidratos de baja digestibilidad derivados de la hidrogenación de sus fuentes de azúcar o jarabe. Los alcoholes de azúcar son entre 25% y 100% tan dulces como el azúcar, ligeramente más bajos en calorías y no promueven la caries ni provocan un aumento repentino de la glucosa en sangre cómo muchos otros usados en la industria.
Tanto los no calóricos como aquellos bajos en calorías o polioles, son aprobados para el consumo humano según la FDA y la EFSA, ya que no atentan con la vida ni el estado nutricional de personas bajo condiciones de salud adecuadas. Sin embargo, el uso excesivo de estas sustancias podría ocasionar efectos degenerativos de la microbiota intestinal. Esto último dependerá directamente de la tolerancia individualizada a cada edulcorante. Por ejemplo; usted y su familia podrían consumir una deliciosa torta de chocolate hecha con harina de almendras, aceite de coco y endulzada con eritritol; aunque este es uno de los polioles con mejor tolerancia a nivel intestinal; factores externos como estrés, mala higiene del sueño, sedentarismo, insuficiencia de nutrientes en la alimentación; podrían ocasionar que un miembro de la familia reaccione de manera adversa al consumo del edulcorante y curse un periodo de diarrea o vomito.
Es por esta razón que el consumo de edulcorantes va estrechamente relacionado al estado nutricional del individuo, las mezclas o combinaciones de insumos para fabricación de alimentos ya sean de consumo inmediato o comercialización, frecuencia de consumo, cantidad, tolerancia intestinal, sexo, edad, estrés y patologías presentes. Son estas últimas las que más condicionan el consumo de edulcorantes, específicamente aquellas relacionadas con incrementos a nivel pancreático de la insulina como lo es Diabetes.
Para pacientes que cursan Diabetes, múltiples fuentes, de las cuales la mayoría siguen en verificación, evidencian que el consumo excesivo de edulcorantes NO naturales podría asociarse a una transducción repetitiva de señales a nivel neurológico que activan sensores de sabor creando una dependencia al sabor dulce y condicionando al paciente a mantener el consumo. Otro de los argumentos que apoyan el no consumo de edulcorantes, a excepción de la Stevia y el monk fruit, los cuales por su naturaleza a calórica y su índice glicémico nulo, son los más recomendados para esta patología, es que podrían generar un aumento en los receptores de ghrelina, hormona que codifica las señales de hambre e inhibir receptores de leptina, hormona que codifica señales de saciedad. Esto finalmente se convierte en un círculo donde el paciente desea comer más y no encuentra saciedad.