Existen tres hormonas asociadas a los mecanismos de saciedad del cuerpo: la insulina, la grelina y la leptina. La insulina se encarga de regular los niveles de glucosa en la sangre, almacenando como grasa el exceso de esta, la grelina le indica al cuerpo cuando es necesario ingerir alimentos y la leptina le informa al cerebro que ya ha recibido lo suficiente. La leptina se produce en las células adiposas(células de grasa) y luego circula en la sangre hasta llegar al cerebro. La leptina le brinda información al cerebro sobre los niveles de grasa almacenada y sobre las reservas energéticas del cuerpo. Le indica al cerebro que los niveles de grasa y energía son los adecuados para poder operar eficientemente. Cuando restringimos nuestra ingesta de calorías las células de nuestro tejido adiposo pierden grasa, lo cual se traduce en una disminución de los niveles de leptina. El cerebro inmediatamente lo detecta y crea una serie de mecanismos en donde nos induce a aumentar nuestra ingesta de comida para mantener el equilibrio energético.
Cuando la leptina fue descubierta en 1994 y se conoció su capacidad para activar los mecanismos de saciedad en el cerebro, se pensó que tratar a pacientes obesos con alguna dosis de esta hormona podría ser un posible tratamiento para esta enfermedad. Paradójicamente, las personas obesas tienen mayores niveles de leptina, ya que la cantidad de leptina producida es proporcional al tamaño de las células de grasa, siendo estas de mayor tamaño y cantidad en las personas obesas. Posteriormente se descubrió una condición que se produce en las personas obesas conocida como “resistencia a la leptina”. La resistencia a la leptina se presenta cuando el cuerpo produce leptina pero el cerebro no es capaz de reconocerla. Es decir, existen grandes cantidades de esta hormona rondando el cerebro pero este no puede utilizarla. Por lo tanto, el mecanismo de saciedad no se activa y la persona sigue comiendo. La leptina también hace parte de los mecanismos de recompensa del cerebro. Cuando los niveles de leptina son altos los alimentos ingeridos se vuelven aún más estimulantes y gratificantes. Es el mecanismo que utiliza el cuerpo cuando no percibe suficientes niveles de esta hormona, con el fin de inducirnos a aumentar nuestro consumo de calorías, ya que su función es asegurarnos que nuestros niveles de energía y grasa sean los adecuados. De esta manera creamos un círculo vicioso: el cerebro no puede utilizar la leptina existente, lo cual nos induce a comer más, lo cual aumenta nuestros niveles de grasa, lo cual aumenta aún más la cantidad de leptina, lo cual hace que nuestro sistema de recompensa se aún más estimulante cuando comemos y así terminamos comiendo otra vez y en más cantidades. En conclusión, entre más comemos, más grasa acumulamos y más hambre sentimos.
Una persona se vuelve resistente a la leptina de la misma manera en que se vuelve resistente a la insulina: por sobre exposición a la hormona. Cuando comemos una dieta alta en azúcar y alimentos procesados aumentamos nuestros niveles de grasa. Los niveles de leptina también aumentan, ya que esta hormona se produce en las células del tejido graso. De esta manera terminamos por exponer a nuestro cerebro a altos niveles de leptina, creando así una resistencia hacia ella. Una de las propuestas del profesor Robert Lustig, pediatra endocrinólogo de la Universidad de California(UCSF), ha sido que los altos niveles de insulina en el cuerpo también producen resistencia a la leptina. Una dieta alta en azúcar blanca, carbohidratos refinados, alimentos procesados y bebidas gaseosas, produce unos elevados niveles de insulina en el cuerpo de manera constante, lo cual contribuye a desarrollar resistencia a la leptina.
La mejor manera para que nuestras células se vuelvan sensibles a la insulina y a la leptina es a través del ejercicio y la dieta. El ejercicio nos permite reducir los niveles de grasa, reduciendo la cantidad y el tamaño de las células adiposas, encargadas de producir la leptina. Así mismo, el ejercicio regular hace al cuerpo más sensible a la insulina, lo que contribuye a eliminar la resistencia hacia ella. De esta manera, nuestros niveles de insulina serán menos elevados, almacenando así menos grasa. Al tener menores niveles de grasa evitamos el exceso de leptina y al tener menores niveles de insulina también evitamos la resistencia a la leptina. Esto se traduce en una menor exposición del cerebro a la leptina, volviéndose así más sensible hacia ella. Una dieta rica en vegetales, frutas, semillas, granos y nueces, es la mejor opción para evitar que nuestro cuerpo genera resistencia hacia las hormonas que regulan los mecanismos de saciedad del cuerpo.
Algunos alimentos procesados se consideran saludables por estar fortificados o enriquecidos con ciertos nutrientes, pero si contienen elevadas cantidades de azúcar, pueden alterar los mecanismos de saciedad de nuestro cuerpo. Algo que jamás pasó hace cien años cuando todavía nos alimentabamos de alimentos naturales, tal cual la naturaleza los proveía. Por eso comer en exceso no siempre es una cuestión de falta de voluntad. Cuando nuestros mecanismos de saciedad se encuentran alterados por todo lo que he mencionado anteriormente, comer en exceso no es una opción, es simplemente algo que tenemos que hacer, porque nuestro cuerpo lo está exigiendo. Los alimentos que ingerimos y nuestros hábitos de ejercicio crean ciertas condiciones bioquímicas en nuestro cuerpo que afectan nuestro comportamiento, especialmente a la hora de comer. Entenderlas puede ayudarnos a tomar el camino correcto hacia la calidad de vida que nos merecemos.